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Covid-19, una oportunidad para una nueva Educación

Hace unos meses, mi hija estaba en clase “escuchando” la lección magistral del profesor, haciendo trabajos, a veces usando una Tablet e internet, y quejándose, como hacíamos todos, de la educación o los profesores. Hoy, está en casa asumiendo una formación ¿online? bastante improvisada a pesar de ser nativos digitales, de los esfuerzos docentes y los avances tecnológicos. Cerca de acabar ya el curso, parece que no funciona o no es lo que todos deseamos, en la mayoría de los casos. ¿Qué está fallando?


Por un lado, la forzada situación no es igual para todos. Además de la falta de preparación, incertidumbre e inexperiencia, disponer de una impresora, internet u ordenador, puede generar discriminaciones entre los alumnos, que no se pueden permitir. Por otro lado, si nos limitamos a trasladar las clases presenciales a Internet, solo cambiamos el entorno. Leer documentos por videoconferencia y enviar mails con deberes, no es el camino.

La reforma del Modelo Educativo es un problema complejo, tanto en el fondo como en la forma, que ya era prioritario y urgente antes del Covid-19. No deberíamos seguir midiendo la educación por la capacidad de memorizar de los alumnos, ni mantener el modelo de escuchar sentados durante horas al profesor, memorizar en casa los contenidos, y después vomitarlo en un examen para demostrar lo que saben. Es cierto que ya existen muchos modelos y propuestas innovadoras, y que este modelo se ha ido mejorando, pero todavía se mantiene en gran parte del Sistema Educativo.

Hoy en día, el conocimiento e información está abierto y accesible a todo el mundo. De hecho, tenemos exceso de información y déficit de criterio para buscar, analizar y seleccionar. La jerarquía del poseedor del conocimiento ya no existe, sea un jefe, un profesor o un adulto. Es difícil de asumir para algunos, pero debemos empoderar a los alumnos, pasar de oyentes pasivos a protagonistas de su formación, en la medida de lo posible y progresivamente.

Nuestro objetivo debería enfocarse a enseñarles a pensar, a aprender y decidir por si mismos, a buscar su vocación, a potenciar sus fortalezas y talentos, trabajando proyectos en equipo, analizando problemas aplicables a la vida real, fomentando el espíritu crítico, la exposición y debate de ideas, inculcar los valores y principios esenciales, el desarrollo de la imaginación y creatividad, o el uso y no abuso de la tecnología y digitalización como herramienta y trampolín para su desarrollo, entre otros. En definitiva, ayudarlos a conocerse, potenciar aquello que los hace únicos e irrepetibles, y a desarrollar su mejor versión como personas y futuros profesionales.

La responsabilidad es de toda la sociedad. La educación es la semilla de todo cambio y progreso. Todos debemos implicarnos y asumir nuestro papel. Además de los padres, es especialmente importante la función del profesor, que debería ejercer como mentor, soporte y guía del alumno, su aprendizaje y crecimiento. Una profesión que deberíamos fortalecer y valorar como se merece. Su trabajo es crítico y esencial. Son protagonistas de la educación actual y clave del futuro profesional, bienestar y progreso de toda la sociedad. Todos hemos tenido profesores que nos han marcado como personas y profesionales, sin los cuales no seríamos lo que somos ahora. Como tratamos a los profesionales de la salud, atención social y educación, entre otros, dice mucho de nosotros como sociedad.


“Para educar a un niño, hace falta toda la tribu”

(proverbio africano)


Como decía antes, existen muchos y muy buenos ejemplos de innovación educativa. Cada vez más. Uno de ellos podría ser la “clase invertida” (flipped classroom). Hace algo más de 10 años, dos profesores de instituto, Jonathan Bergmann y Aaron Sams, grabaron sus clases en formato podcast para aquellos alumnos que no podían acudir al colegio. Lo subían a Internet, compartían esos contenidos y dedicaban el tiempo en la clase a discutir con los alumnos cada podcast. Esto permitió que los alumnos trabajaran de manera colaborativa, aprendiendo mucho más eficazmente el temario.

El desarrollo de la clase invertida pone el foco en el estudiante como protagonista activo, en “aprender haciendo” fuera del aula, en el profesor como guía y soporte continuo, y en el contenido audiovisual. En el aula, ahora virtual, se muestra y afianza el aprendizaje, la reflexión, trabajo en común, refuerzo docente, etc. Sus beneficios son múltiples, alumnos más motivados, mayor aprendizaje, a medida, diversión, participación familiar, competencias blandas o capacitación personal.

Al inicio, se recomienda explicar el proceso, metodología y temario. Después, dividir cada tema en videos cortos del profesor (de 5 a 15 minutos), facilitando links y recursos de apoyo (videos, conferencias, noticias, etc), así como usar tecnologías sencillas, ser creativos, proponer tareas atractivas y en equipo, admitir cambios y mejoras, autoevaluación, y definir los tiempos, horarios y planificación, tanto individual como conjunta.

Aplicar este tipo de metodologías activas, puede facilitar el cambio del Modelo Educativo y el desarrollo de la formación online, no como sustituto de la presencial, sino como complemento y mejora del aprendizaje. Esto requiere una mayor alfabetización digital de profesores y alumnos, con mentalidad abierta, nuevas metodologías, herramientas y evaluaciones.


De vuelta a nuestros días, en plena revolución tecnológica, un maldito virus está poniendo en evidencia nuestras debilidades digitales y atentando contra nuestro estilo de vida personal y profesional, y contra todo el Sistema Educativo. Nada volverá a ser igual. Estamos obligados a acelerar la transformación digital en todos los ámbitos, especialmente en la Educación.


El 2020 no debería ser recordado como el año que perdimos un curso, sino como el año en que iniciamos el cambio de Modelo Educativo e incorporamos la formación online.


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